sábado, 7 de julio de 2018

¿Quién es Orham Pamuk?


Orhan Pamuk es un escritor turco nacido el 7 de junio de 1952 en Estambul. Pertenece a una familia de clase media acomodada, su padre y su abuelo eran ingenieros, residentes en un barrio occidentalizado.

Pamuk estudió la secundaria en el colegio norteamericano Robert College de su ciudad natal y después comenzó a estudiar arquitectura, aunque tres años más tarde la abandonaría para dedicarse a la literatura a tiempo completo. En 1977 se graduó en el Instituto de periodismo de la Universidad de Estambul, aunque nunca llegó a ejercer la profesión.

Las Universidades de Columbia de Nueva York y más tarde la de Iowa le invitaron a impartir allí sus cursos desde 1985 hasta 1988.

Comenzó a realizar algunas publicaciones siendo aun muy joven, en 1974. Pero, realmente, su estreno como escritor fue con su obra Cevdet y sus hijos en 1982, por la que le concedieron el Premio Orham Kemal de Novela. A continuación, publicó La casa del silencio, en 1983, galardonada con el Premio Madarali, cuya traducción al francés recibió en 1991 el Premio del Descubrimiento Europeo.

En 1990, ya había conseguido renombre internacional, gracias a sus obras El libro negro (llevada la cine por Omer Kavur en 1991 con el título de El rostro secreto) y El astrólogo y el sultán (con el título actual de El castillo blanco).

En 2005, fue acusado de traición, debido a unas declaraciones que realizó a la prensa extranjera. En ellas responsabilizaba a Turquía de la masacre de un millón de armenios y 30.000 kurdos. El caso provocó tanta alarma internacional que importantes escritores de distintos países firmaron una declaración de apoyo a Pamuk, acusando al Gobierno turco de no respetar los derechos humanos. En enero de 2006 se aplazó el juicio y su causa fue archivada por el Ministerio de Justicia turco.

La posición de Pamuk ante los derechos humanos, especialmente, ante los problemas armenio y kurdo en Turquía, lo han convertido en un personaje que genera polémica en su patria, mientras allí unos lo admiran otros lo consideran un traidor.  La campaña de odio desatada en Turquía, después de una entrevista en la prensa suiza, lo obligó a abandonar el país por un tiempo.

Después del asesinato del periodista turco-armenio Hrant Dink, en enero de 2007 y las amenazas de muerte que recibió, Pamuk abandonó nuevamenteTurquía . Algunos medios turcos le acusaron de haber utilizado el asesinato de Dink como un pretexto para ir a Estados Unidos a ganar dinero, dando conferencias en la Universidad de Columbia. Aunque, en realidad, y según declaraciones de Pamuk al semanario alemán Der Spiegel, trás el asesinato de Dink, que le causo una profunda impresión, necesitaba alejarse de los hechos y aceptar la oferta de la Universidad de Columbia para impartir clases como profesor invitado. 

Sus estancias académicas en Estados Unidos le han resultado siempre productivas. Allí, terminó su última novela El museo de la inocencia y en 1990 El libro negro que fue su primer éxito internacional. 

El 28 de abril de 2012 abrió sus puertas en Estambul el Museo de la Inocencia basado en su novela homónima El museo de la inocencia, en el barrio de Cihangir.

Aunque ha recibido reiteradamente amenazas de muerte por parte de turcos fundamentalistas, Pamuk piensa que nada ni nadie lo obligará al exilio y siempre regresa a su ciudad natal, Estambul.

 Otros premios que ha recibido han sido Premios al Mejor Libro Extranjero en Francia (2002), Grinzane Cavour en Italia (2002), Internacional IMPAC de Dublín (2003), Médicis de Francia (2005) a la mejor novela extranjera por Nieve, Ricarda Huch de Alemania (2005) y el de la Paz de los Libreros Alemanes (2005). Su obra ha sido traducida a más de 40 idiomas.

Orham Pamuk fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 2006. Según dijo la Academia Sueca, el premió se le concedió porque: “en búsqueda del alma melancólica de su ciudad natal, ha encontrado nuevos símbolos para reflejar el choque y la interconexión de las culturas”,



viernes, 6 de julio de 2018

Estambul - Breve apunte


Estambul, Ciudad y Recuerdos es una obra escrita en el 2003 por el escritor turco Orhan Pamuk. 

La obra se divide en treinta y siete capítulos en los que Pamuk va narrando los recuerdos de su casa, de su familia, de la escuela, de su primer amor, de la ciudad, de las calles que recorre con su cámara y de sus primeras pinturas realizadas con placer.

En esta obra, Pamuk recuerda su vida desde la primera infancia hasta los veinte años. Pero, no se puede considerar esta obra como una autobiografía, ni tampoco como una novela. Es una obra que está fuera de cualquier género. En ella, a sus recuerdos y a su vida, le añade un personaje principal e imprescindible que es la propia ciudad de Estambul, con todo lo que ella contiene y ofrece. Así que, tampoco podríamos considerarlo como un libro de historia sobre Estambul.

La obra comienza con el capítulo de su infancia, donde Pamuk habla sobre su especial familia y su vida en los apartamentos Pamuk, en el centro de la ciudad. 

El autor narra que fue entonces cuando tomó conciencia de que vivía en un espacio plagado de melancolía, que estaba cargado de los recuerdos de un pasado glorioso y que intentaba llegar a la modernidad occidental.

Pamuk no ofrece una imagen idílica de la ciudad, aunque si hace una declaración de amor hacia ella. El autor sigue viviendo en Estambul y dice que lo especial es haber permanecido cincuenta años en el misma ciudad, incluso en la misma casa. 

El autor siente y expresa de forma clara la dependencia que tiene de su ciudad y de su casa y se identifica de tal manera con ellas que declara que el destino de la ciudad es el suyo y que es la ciudad de Estambul la que ha forjado su carácter.

La identificación del autor y su ciudad es casi absoluta. Es la tolerancia y la melancolía, es la amargura y la alegría y el colorido, es oriente y occidente.

En realidad, Pamuk sentía la necesidad de expresar de alguna manera, todo lo que crecía en su interior. 

En un primer momento, lo intenta a través de la pintura. En sus años más infantiles, esta vía de expresión le resultaba satisfactoria y suficiente. Pero, a medida que pasan los años, Pamuk se da cuenta de que la pintura no es la forma de expresión idónea para él. Por este motivo, a los veinte años decide abandonar la pintura para dedicarse a la escritura.

“Un tiempo después de empezar la escuela, descubrí que pintar me proporcionaba un gran placer. Pero puede resultar un tanto equívoco usar el verbo descubrir en el sentido de encontrar algo que ya estaba ahí pero que ignorábamos que estuviera, como en el caso del descubrimiento de América. Dentro de mí tenía el talento y la afición por la pintura pero aún no los había desenterrado cuanto empecé la escuela. Sería más correcto decir que fue un invento la disposición espiritual y la capacidad que llamamos talento. Porque no existía tal cosa.”
La necesidad de profundizar en el alma de su ciudad es vital. Durante muchos tiempo, se dedicó a pintar. Sus padres entendieron esa necesidad o simplemente pensaron que necesitaba un espacio para desarrollar su pintura y le dejaron un piso que utilizaban como trastero, para que Pamuk instalara allí su estudio de pintor. 

Desde muy joven, paseaba por las calles y barrios de Estambul haciendo fotografías, que posteriormente plasmaba en sus cuadros. 

La influencia del arte francés es evidente en los ambientes culturales de Estambul de mediados del siglo XX. Los escritores franceses visitan y escriben sobre la ciudad. También los pintores  como Melling se interesaron por esta ciudad y este pintor realizó una obra titulada “Un viaje pintoresco por Estambul y las riberas del Bósforo. 

Pamuk en su estilo pictórico seguía a Dufy y a los impresionistas, con un estilo algo naif. 

El tema de su pintura, era su casa y su familia o la ciudad de Estambul, porque sentía fascinación por sus calles; por el Bósforo; por las ruinas de sus antiguos palacios, mezquitas, etc; por su historia imperial; por la mezcla de habitantes de su ciudad que mostraba los contrastes entre los barrios ricos, mucho más occidentalizados  y los barrios pobres, que seguían conservando las costumbres orientales.

Pamuk comienza a estudiar arquitectura, siguiendo los deseos de su familia. Cuando llevaba tres años estudiando decidió dejarlo, porque comprendió que él nunca iba a dedicarse a la arquitectura.

Pamuk, había nacido artista y necesitaba canalizar ese ímpetu artístico. Finalmente, no fue la pintura, fue la escritura.

En la primera parte cuando habla de su primera infancia, Pamuk habla del interior de su casa y de lo que pasaba también por su interior, así como de la relación con su hermano. 

Más adelante, durante la adolescencia, comienza su vida de caminante y observador de su ciudad.

Pamuk narra sus recuerdos de forma trepidante, están vividos con intensidad. Asimismo, realiza unos detallados retratos psicológicos de sus padres, su abuela y su hermano, así como de su primera amor. 

“La multitudinaria familia del edificio Pamuk era dispersa y fragmentad, y en las concurridas comidas surgía de cada boca una opinión distinta. La familia parecía unida de forma automática por el cariño y la necesidad de compañía, de conversación y de ser multitud, y por costumbres y normas que nadie discutía, como que nadie se peleara a las horas de la comida y de la radio. En casa, mi padre no era en absoluto un centro de poder y autoridad, sino alguien a quien se veía poco y que de vez en cuanto desaparecía. Y, lo más importante, a mi hermano y a mí jamás nos reñía, no siquiera fruncía el ceño aunque hiciéramos algo que le disgustaba. Mi padre realmente se merecía la frase que usaba cuando años más tarde nos presentaba a sus amigos: Estos son mis hermanos pequeños. Por eso en casa solo reconocí como autoridad a mi madre. Pero su poder sobe mí no procedía de algo exterior, de ser un centro de poder ajeno, sino de mi propio deseo de gustar, de ser querido y acariciado.”

Es muy interesante, la idea del doble que le persigue durante toda la infancia y que hará realidad en su libro El castillo blanco. Este doble puede tener distintos simbolismos. Puede ser la búsqueda de una vida mejor o más estable de la que tenía en su casa; puede ser la necesidad interior de llegar a ser otro mejor; También, podría representar el miedo a encontrarse con alguien tan parecido a él que pudiera arrebatarle su vida. 

Además, resulta muy interesante, la relación con su hermano. Existe una rivalidad, muy masculina, por destacar, mucho más acusada en el hermano. Realmente a Orhan, había muchas veces, que le resultaba más agradable la derrota, eso le producía un sentimiento de tristeza y melancolía con el que se sentía muy identificado.

El hermano estaba completamente inmerso en los nuevos tiempos. Le apasionaba todo lo que tenía que ver con la técnica y las matemáticas, así que se fue a estudiar a Estados Unidos y Orhan se quedó sólo con sus padres y particularmente con su madre. 

Pero, todos esos recuerdos y retratos son una de las dos caras de la misma moneda, donde se encuentra la ciudad de Estambul.

En esta obra, como ya hemos mencionado anteriormente, no se puede desligar la ciudad, de los recuerdos. 

En el libro el autor narra como en Estambul los monumentos históricos no se protegen como en otras ciudades Europeas, sino que se vive entre ellos, muchos de ellos en estado ruinoso. 

“Porque  el mejor atajo para desprenderse de la amargura que provoca ser lo que queda de un poderoso imperio consiste en ignorar los monumentos y no prestar atención a los nombres de los edificios ni a las características arquitectónicas que los diferencian. Eso es lo que hacen los estambulíes ayudados por la pobreza y la ignorancia. Por ejemplo, dejan totalmente de lado la idea de Historia y tratan esos monumentos como si se hubieran levantado hoy mismo, arrancando piedras de las murallas de la ciudad para usarlas en sus construcciones y pretenden restaurarlas utilizando hormigón.”

“Otra manera de olvidar es plantar en lugar de lo derruido o quemado un bloque de pisos occidental y modernos.”

“Todo ese desinterés y toda esa destrucción acaban por incrementar la sensación de amargura, añadiéndole además un toque de dejadez y miseria.”

Según la visión que tiene Pamuk sobre Estambul, en la ciudad se vive la amargura

“Llega un momento en que, mires donde mires, la sensación de amargura se hace tan patente en la gente y en los paisajes como la bruma que comienza a moverse poco a poco en las aguas del Bósforo las frías noches de invierno cuando de repente sale el sol”.

Esta amargura, según la visión del autor, es la melancolía unida al sentimiento de querer que se haga justicia y a la esperanza de que ocurra algún acontecimiento extraordinario.

“Para comprender los orígenes de la profunda amargura que despertaba en mí el Estambul de mi infancia hay que acudir por un lado a la Historia, a los resultados del desplome del Imperio otomano, y por otro a la manera en que se ha reflejado en los hermosos paisajes de la ciudad y en su gente.”

“En Estambul, la amargura es tanto un importante sentimiento de la música local y un término fundamental de la poesía como una manera de ver la vida, una actitud mental y lo que supone el material que hace a la ciudad ser lo que es. Como contiene todas esas particularidades al mismo tiempo, es un estado espiritual que la ciudad ha hecho orgullosamente suyo, o que aparenta hacerlo. Por esa razón es un sentimiento que se considera tanto negativo como positivo.”

En la obra, como vemos, el autor intenta reflexionar sobre la amargura de la ciudad y por eso habla también de la visión de los occidentales. Habla de los escritores que han escrito sobre su ciudad, principalmente de los escritores franceses del XIX como Nerval Flaubert, Gautier. Además, de otros escritores como Edmondo de Amicis, Hans Christian Andersen, Charles Baudelaire, Eugène Delacroix y él desea, también, tener su propia visión extranjera de la ciudad.

Hasta el XIX, apenas hubo escritores turcos que escribieran sobre Estambul. Estos escritores intentaron dar una idea diferente dede la ciudad, desde dentro, pero la mayoría estaban occidentalizados, así que también estaban en parte fascinados por su propia historia y esplendor, así como por las antiguas costumbres.

“La occidentalización nos ha dado a mí y a millones de estambulíes el placer de encontrar exótico nuestro propio pasado”

El más llamativo de estos escritores turcos, del que Pamuk hace un retrato y un análisis es Koçu. Autor de la increíble e inacabada Enciclopedia de Estambul. Pamuk también habla de Yahya Kemal, Ahmet Hamdi Tanpinar y sus descripciones de Estambul en su libro cinco ciudades y de su obra Paz, así como del novelista y escritor de memorias Abdülhak Sinasi Hisar.

“La poesía moderna turca posterior a la República también se ha abrazado a la amargura con el mismo punto de vista, viéndola como un destino inevitable y como un sentimiento capaz de liberar el alma humana dándole profundidad. Este sentimiento es también una especie de ventana cubierta de vaho entre el poeta y la vida. la imagen amarga de la vida es para el poeta más atractiva que la vida misma.”

“El problema de tantos escritores y poetas de Estambul que por una lado comparten la amargura con toda la ciudad y por otro, como Tanpinar, se han formado un gusto por la lectura y sienten pasión por la cultura occidental y el deseo de ser modernos, es más complejo y más triste. Se encuentra entre la sensación de comunidad, que les permite saborear la amargura, y la soledad racionalista, como Montaigne, o emocional, como Thoreau, que han aprendido de los libros occidentales que han leído.”

Pamuk narra, también, como la historia y la política han influido en los escritores turcos.

“Otro desafío para ellos fue el nacionalismo turco, primero se basó en el desplome de Imperio otomano y el peligro de convertirse en colonia de Occidente, y luego en la propia República de Turquía.”

“muchos elementos turísticos, como los harenes, los monasterios de derviches o los sultanes, desaparecieron junto con las casas de madera, y en que el lugar del imperio otomano lo ocupó la pequeña República de Turquía, que imitaba a Occidente. En 1985, a finales de esa época en que nadie venía a Estambul ni escribía sobre ella y en que la prensa local entrevistaba a cualquier extranjero que viniera la hotel Hilton, el poeta ruso-norteamericano Joseph Brodsky publicó en el New Yorker una largo artículo titulado Huida de Bizancio.”

“El Estambul de mi infancia y mi juventud era un lugar que iba pediendo a toda velocidad su configuración cosmopolita. En 1852, cien años antes de mi nacimiento, Gautier, después de observar como tantos viajeros antes que él que en las calles de Estambul se hablaba turco, griego, armenio, italiano, francés e inglés (y debería haber añadido ladino que se usaba más que estos dos últimos) y que en aquella torre de Babel mucha gente sabía varias de aquellas lenguas, se avergüenza un poco de hablar solo francés, como la mayoría de los franceses. El que la conquista prosiguiera después de la fundación de la República de Turquía, la violencia de la turquización de Estambul  el hecho de que el Estado provocara una especie de limpieza étnica en la ciudad restaron presencia a todas aquellas lenguas.  En mis recuerdos de infancia queda como parte de aquella limpieza cultural la manera en que se callaba a los que por la calle hablaban en voz alta griego o armenio (la verdad es que por aquel entonces no se veían por ahí a demasiados kurdo ni se oía su lengua): ¡Cuidado, habla turco! También había letreros por todos lados con el mismo mensaje”

También deja ver algunos de los problemas actuales de la ciudad

“El que Estambul esté dividida entre la cultura tradicional y la occidental, y entre una minoría inmensamente rica y los suburbios, donde viven millones de pobres, y el que permanezca constantemente abierta a una inmigración permanente, ha provocado que en los últimos ciento cincuenta años nadie sienta la ciudad como su verdadero hogar”

Como en toda su obra Pamuk expresa sus ideas con valentía y habla de la política y de la religión, así como de la cantidad de lenguas distintas que se hablaban en Estambul y que hoy en día, no se permite que las minorías se expresen en su lengua.

Este tipo de declaraciones es lo que ha colocado a Pamuk en el punto de vista de los políticos turcos, como elemento peligroso dentro del actual régimen. De hecho fue juzgado por alta traición, a consecuencia de unas declaraciones hechas a la prensa extranjera, en las que recordaba el genocidio armenio perpetrado por los turcos a comienzos del siglo XX. 

Con la concesión del Premio Nobel a Orhan Pamuk han salido a la luz de occidente otros autores de la literatura turca. 


jueves, 7 de junio de 2018

¿Quién es Jean Echenoz?


Jean Echenoz es un escritor de novela y ensayo francés, nacido el 26 de diciembre de 1947 en Orange.

Jean Échenoz estudió Sociología e Ingeniería Civil. en la Universidad de Aix-en-Provence. 
Posteriormente, se trasladó a Paris, en1970, donde trabajó durante un tiempo para el periódico L´Humanité. 
Jean Echenoz está considerado como uno de los grandes escritores franceses contemporáneos y para muchos críticos el primer autor post-nouveau roman.

Publicó su primer libro en 1979 con el título de "El meridiano de Greenwich".

Sus obras se caracterizan por su estilo sencillo, pero condensado y en ocasiones casi cinematográfico, así como desprovisto de detalles superfluos. 

Echenoz es admirador de escritores como Flaubert, Queneau, Nabokov o Faulkner.

La música clásica ha estado muy presente en la vida de este autor. El mismo declara que la música ha tenido un papel fundamental en su vida y en su obra literaria.  Su madre y sus dos abuelos tocaban el piano y Echenoz el contrabajo. 

Una de sus ideas principales es que todo escritor tiene derecho a la libertad narrativa pudiendo innovar y salirse de las normas clásicas. Jean Echenoz es consecuente con sus ideas y las practica en su obra.

El autor ha escrito una trilogía sobre tres personajes reales: Ravel (músico) , Zápotek (corredor) y Tesla (científico), que se encuentran a caballo entre la novela y la biografía, no pudiéndose incluir en ningún género concreto de los establecidos.

Echenoz ha recibido importantes premios, como el Médicis por "Cherokee" en 1983, el Premio Goncourt por "Me voy" en 1999 o los Premios Aristeion y François Mauriac en 2006 por "Ravel". 

Otra actividad que ha desarrollado EchePnoz ha sido la escritura de varios guiones cinematográficos para distintos directores de cine franceses: Le rose et le blanc (de Robert Pansard-Besson), en 1982; Le tueur assis (de Jean-André Fieschi), en 1985, para TV; y Cherokee (de Pascal Ortega), en 1991.
Asimismo, ha tenido una breve actuación en el film Un an de Laurent Boulanger, en 2006.
Jean Echenoz fue elegido como el novelista internacional más relevante de la década de los noventa en una encuesta realizada por Le Nouvel Observateur


Algunas de sus obras son:

- Correr
- Ravel
- Me voy
- Rubias peligrosas
- Al piano
El meridiano de Greenwich
Relámpagos

       



martes, 5 de junio de 2018

14 - Breve apunte


14 es una novela del escrito francés Jean Echenoz. Este autor se enfrenta al reto de escribir y describir la Primera Guerra Mundial en noventa y ocho páginas.

Echenoz es capaz de componer en 15 capítulos una obra, casi minimalista, pero a la que no le falta nada para conseguir comunicar al lector de forma concentrada e inteligente la conmoción y las atrocidades causadas por la Primera Guerra Mundial.

Un crítico del diario Libération destaca el sentido flaubertiano de la gramática y el ritmo; afirma que a ratos recuerda a una película muda y otras veces a un cuadro cubista.

La novela transcurre en Francia y para transmitir las vivencias de la guerra Echenoz lleva al lector a acompañar en su camino a cinco amigos, ahora soldados, muy jóvenes,  que llevan una vida tranquila en la Vendée, provincia situada en el litoral atlántico del Loira, cuando estalla el conflicto en agosto de 1914.

14 es una novela que parece sencilla, pero podríamos decir que ofrece mucho con poco. En una primera lectura llama la atención la forma narrativa que utiliza Echenoz en escenas a veces sueltas pero que enganchan perfectamente en el tronco común. Podríamos decir que el autor utiliza una técnica casi cinematográfica en su narrativa.

El personaje principal es Anthine, acompañado por sus amigos Padioleau, Bossis y Arcenel y su hermano Charles.

El protagonista y sus amigos han sido inscritos en el 93º regimiento de infantería, el mismo número que eligiera Victor Hugo para su novela 93, a la que, según palabras del propio Echenoz rinde tributo.

La novela tiene un comienzo muy metafórico

“Anthime se topó con un fenómeno para él desconocido hasta entonces. En lo alto de todos los campanarios, de pronto acababa de ponerse en marcha un movimiento, mínimo pero continuo: la alternancia regular de una cuadrado blanco y otro negro, sucediéndose cada dos o tres segundos, como una luz alternativa, un parpadeo binario que recodaba el de la válvula automática de algunos aparatos en las fábricas. Anthime observó sin comprenderlos aquellos impulsos mecánicos, similares a disparadores o guiños, dirigidos desde lejos por otros tantos desconocidos.

A continuación, el fragor envolvente del viento, interrumpiéndose tan bruscamente como había surgido, dio paso al ruido que había ocultado hasta entonces: en realidad eran las campanas, que habían comenzado a repicar desde lo alto de los campanarios y tañían al unísono en un desbarajuste grave, amenazador, pesado, y en el que, aun sin conocerlo apenas, pues era demasiado joven para haber asistido a muchos entierros, Anthime reconoció instintivamente el toque de rebato, que suena en contadas ocasiones y del que tan sólo acababa de llegarle la imagen antes que el sonido.

El rebato, habida cuenta de la situación que atravesaba el mundo, anunciaba sin lugar a dudas la movilización.”

El protagonista, Anthine, es un contable de 23 años, al comienzo de la obra, cuando todo parece apacible, va recorriendo en bicicleta unos kilómetros por carreteras de campo y bajo un agradable y templado sol. Es muy metafórico el viento que aparece repentinamente y que todo lo cambia.

“Nada más llegar Anthime al montículo, sobrevino una brutal y estrepitosa ráfaga de viento que estuvo a punto de arrancarle la gorra y de desequilibrar  la bicicleta...”

“Ventoleras tan vivas, sonoras y repentinas no son habituales en pleno verano por esos pagos, sobre todo con semejante sol, y Anthime se vio obligado a plantar un pie en el suelo...”

“Con ser un paisaje sugestivo, se veía turbado momentáneamente por aquella irrupción ventosa, atronadora, a todas luces inhabitual en aquella estación y que, obligando a Anthime a sujetarse la visera, colmaba todo el espacio sonoro.”

Cuanto Anthime vuelve en su bicicleta hacia el pueblo en un bache del camino pierde su libro que queda abierto en la cuneta de manera también muy metafórica con una sentencia que él ya no leerá: Aures habet et non audiet (Tienen oídos y no oyen)

Los cinco amigos destacan entre la masa de soldados que marchan en las mismas condiciones que ellos, pero el lector no los personaliza.

Esta breve novela consigue dar una excelente visión de varias de las circunstancias que se vivieron durante la Primera Guerra Mundial. 

Una de estas situaciones fue la desaparición de las calles y plazas, así como de los puestos de trabajo de todos los hombres jóvenes. El autor describe la tensión que produce esta desaparición y la espera de lo desconocido.

“A primera hora de la mañana, los empleados municipales más ancianos que se han quedado en la ciudad han terminado de retirar los últimos ramilletes marchitos...”

“También todo está más tranquilo porque hay menos gente, sobre todo hombres jóvenes en la calle, o muy jóvenes, pues éstos , convencidos en su mayoría de que el conflicto será muy breve, lo ignoran y no quieren preocuparse. Los contados muchachos de su edad con quienes se cruza Blanche, de aspecto más o menos enfermo, han sido declarados inútiles al menos por el momento...”

“Las cervecerías están desiertas, los camareros han desaparecido, les toca a los dueños barrer personalmente la zona de las puertas y las terrazas. Y así, las dimensiones de la ciudad, cavidad de los varones como si se los hubieran tragado, parecen haberse extendido: aparte de las mujeres, Blanche sólo ve a ancianos y chiquillos, cuyos pasos suenen a hueco como en un traje demasiado holgado.”

Las mujeres entran en el mercado laboral para sustituir a los trabajadores masculinos que ya no están y que no se sabe por cuanto tiempo van a faltar, aunque pensaran que la ausencia sería breve.

“Transcurridos casi dos años de combates, con el reclutamiento acelerado sangrando incesantemente al país, cada vez había menos gente en las calles, fuese o no fuese domingo. Tampoco se veían ya muchas mujeres y niños, dada la carestía de la vida y la escasa posibilidad de salir de compras: las mujeres, que cobraban a lo sumo el subsidio de guerra se habían visto obligadas a buscar trabajo en ausencia de los maridos y hermanos: colgar carteles, repartir el correo, picar billetes o conducir locomotoras cuando no compartían trabajo en las fábricas, en especial las de armas. Y a los niños, que ya no iban a la escuela, tampoco les faltaba en qué ocuparse: muy solicitados desde los once años de edad, sustituían a sus hermanos mayores en las empresas y en los campos de alrededor de la ciudad, donde conducían los caballos, trillaban los cereales o apacentaban el ganado. Los demás eran fundamentalmente ancianos, indigentes, algún que otro inválido como Anthime y algún que otro perro con collar o sin él”

La vida en la Vendeé continua aunque transformada. Así el lector conocerá a Blanche y su familia, propietarios de la fábrica Borne-Séze.

“Como se esperaba, Anthime vio que al principio Blanche sonreía a Charles orgullosa de su porte marcial, pero cuando llegó a su altura, no sin sorpresa esta vez, recibió de ella otra clase de sonrisa, más seria e incluso, según le pareció, más emocionada, intensa, pronunciada, vete a saber.”

“Y, de lejos, por encima del hombro de Charles que estrechaba a Blanche en sus brazos, Anthime la vio clavar de nuevo la misma mirada en su persona.”

“Al abandonar la habitación, ha pasado delante del escritorio, que no habrá desempeñado papel alguno esa mañana: está acostumbrado, pues tan sólo sirve para albergar las cartas que Anthime y Charles envían regularmente a Blanche, cada cual por su cuenta, y que, ceñidas con cintas de colores dispares, descansan en cajones diferentes.”

Otra faceta del conflicto, que muestra la novela, es la ingenuidad con la que, en un principio, abordan los jóvenes su marcha hacia la guerra. 

A pesar de la situación, en el pueblo todo parecía tranquilo y todos comentaban que el conflicto no duraría más de quince días.

Anthime junto con sus amigos Padioleau, Bossis, Arencel y Charles, hacen cálculos sobre cuántos días tardarán en volver a casa. Todos piensan que será cuestión de quince días, luego piensan que serán treinta y así hasta darse cuenta con la perdida de la inocencia que aquella situación no terminará tan fácilmente, ni de forma gratuita.

Incluso Charles con su superioridad muestra la terrible ingenuidad del momento. 

“Charles, que llegó a última hora de la mañana, como siempre altivo y displicente, le adjudicaron al principio un uniforme de no le iba. Pero como se puso a protestar con desdén, montando un número y alegando su cargo de subdirector de fábrica, despojaron a otros –en este caso a Bossis y a Padioleau– de un capote y de un pantalón rojo que parecieron contentar al personaje, pese a su expresión hastiada y distante.”

La guerra y la desgracia terminarán igualando a todos.

ya con los uniformes puestos, los nuevos soldados marchan por la ciudad de forma alegre, parecía que sentirse soldados les sentaba bien.

“Al día siguiente ya empezaron a sentirse soldados: por la mañana el regimiento realizó una primera marcha antes de que el coronel pasara revista en el campo de maniobras después de que desfilaran por la ciudad a la espera de tomar el tren 

Aquel desfile resultó bastante alegre, todos formados y erguidos...”

Pero hasta que el conflicto no se volvió realmente crudo, la gente seguía pensando que aquello no duraría y que todos volverían a casa.

“Pero en general la gente sonreía confiada, pues a todas luces aquello duraría poco, regresarían enseguida...”

“Regresarán todos ustedes a casa, prometió el capitán Vayssière, levantando la voz en al medida de sus fuerzas. Sí, volveremos todos a la Vendée.”

“Lo que mata no son las balas, sino la falta de aseo, que es nefasta y que es lo primero que deben ustedes combatir. D modo que lávense, aféitense, péinense y nada tienen que temer.”

“Lo encontrarás todo en orden cuando volvamos. A saber cuándo, se dijo Anthime. Esto irá muy rápido, aseguró Charles, estaremos de vuelta para los pedidos de septiembre.”

“Lo sé, dijo Blanche, está Ruffier. Si, dijo Monteil, bueno, ya no desde el otro día, se ha ido como todo el mundo, pero será cosa de dos semanas, se solucionará rápido.”

“Asunto de quince días, había diagnosticado Charles tres meses atrás bajo el sol de agosto. lo mismo que dijo Monteil, y lo mismo que muchos creían por aquel entonces. Salvo que quince días después, treinta días más tarde, al cabo de más y más semanas, cundo comenzó a llover y los días pasaron a ser más fríos y cortos, las cosas no se desarrollaron como estaba previsto.”


La ingenuidad llegaba a tal extremo que el narrador, momentos antes de morir Charles, dice:

“Por lo demás, no tienen miedo, pues únicamente se les ha encomendado una misión de reconocimiento, pese a la novedad de dicha empresa, para la que apenas han recibido preparación.”

“Entonces brota un solo disparo del fusil de infantería: una bala atraviesa doce metros de aire a setecientos metros de altura y mil por segundo y penetra en el ojo izquierdo de Noblès para salir por encima de su nuca, detrás de la oreja derecha, y a partir de entonces el Farman, descontrolado, mantiene un momento su trayectoria para declinar en pendiente cada vez más vertical, y Charles boquiabierto, por encima del hombro desplomado de Alfred, ve acercarse el suelo en el que va a estrellarse, a toda velocidad y sin más alternativa que su muerte inmediata, irreversible, sin sombra de esperanza...”

La ingenuidad desaparecerá de forma repentina

“Sucedió también que las cosas parecieron concretarse un poco más cuando comenzaron a propagarse rumores, sobre todo tocantes al espionaje: al parecer, un maestro traidor fue sorprendido en tal o cual sector, a punto de volar un puente. Hacia Saint-Quentin, aparecieron supuestamente dos de aquellos espías amarrados aun árbol, acusados de transmitir con una linterna durante la noche información al enemigo, y cuando se acercaron a ellos vieron como el coronel los mataba a quemarropa con su revólver. “

“Si, no cabía duda de que todo parecía concretarse.”

“A partir de entonces tuvieron que enfrentarse a los hechos: allí comprendieron realmente que tenían que entrar en combate, montar una operación por primera vez, pero, hasta el primer proyectil que impactó cerca de él Anthime no se lo creyó de verdad.”

Es en la página 55 cuando nos damos cuenta de que Charles y Anthime son hermanos. Así que 14, en ese momento adquiere un matiz añadido: la relación entre los dos hermanos. El hermano aparentemente perfecto y el imperfecto. 

“Y su hermano, por cierto, inquirió Monteil. Perdón, dijo Blanche, ¿el hermano de quién? El hermano de Charles, le recordó Monteil, ¿tiene noticias suyas? Postales, contestó Blanche, las envía regularmente. Y hasta alguna carta, de vez en cuando. Ahora creo que andan por el Somme, no se queja mucho. Mejor, opinó Monteil, De todas formas, dijo Blanche, Anthime nunca ha sido una persona que se queje mucho. Ya sabe usted cómo es, se adapta a todo.”

Los dos hermanos van a representar el tiempo viejo y el tiempo nuevo.

“Y seis mese después, la manga de la chaqueta doblada y prendida en el costado derecho con un imperdible, y una cruz de guerra nueva prendida con otro imperdible al otro lado del pecho, Anthime se paseaba por un muelle del Loira. Volvía a ser domingo y con el brazo que le quedaba llevaba cogido el brazo derecho de Blanche.”

“Se levantó, atravesó el pasillo, abrió la puerta de enfrente y se dirigió en la oscuridad hacia la cama de Blanche, que tampoco dormía, Se acostó junto a ella, al abrazó, la penetro y la inseminó. el otoño siguiente, precisamente en el transcurso de la batalla de Mons, que fue la última, nació un varón al que llamaron Charles.”

El tiempo nuevo vence al tiempo viejo, con todas sus imperfecciones. Como símbolo de esto nace un varón, que será el heredero de la familia y su esperanza. 

Echenoz no tiene la intención de contar, ni regodearse con los horrores de la guerra. La guerra es horrible en sí misma y es capaz de cambiar la historia, el pensamiento de la humanidad, la sociedad. Finalmente, será una catarsis que lo cambiará todo.

Aun así, el autor da un par de pinceladas sobre el sufrimiento y los horrores que tuvieron que vivir los soldados.

“Muy pronto los hombres comenzaron a desplomarse sin cesar, sobre todo los reservistas, en especial Padioleau. Hasta que, al final de la etapa, estaban todos extenuados, nadie quería encargarse de cocinar y abrían latas de carne en conserva sin apenas bebida con que acompañarlas.”

“Cada vez cruzaban con más frecuencia pueblos abandonados por sus habitantes, a veces incluso derruidos, devastados o incendiados...”

“las calles desiertas estaban sembradas de cosas heterogéneas y degradadas...”

Así mismo, narra algunos pequeños episodios sobre la situación de los soldados en las las trincheras, palabra que se repetirá sin cesar en el discurrir de la guerra, con el fin de que el lector se de cuenta de que esta fue una guerra de trincheras y de como eran realmente.

No hay en ella nada prescindible, la obra está desprovista de elementos superfluos. La manera de narrar parece que no transmite emociones porque sólo nos muestra la fotografía aparentemente estática de todas las situaciones, pero en esas fotografías el lector consigue ver y sentir el horror de la guerra.

Echenoz describe a la perfección las trincheras. Allí podemos ver de forma precisa  los cuerpos muertos mezclados con las ratas, los proyectiles cayendo sin poderlos controlar. Echenoz transmite la sensación de que nadie es nadie todos forman una masa en la que la suerte juega un papel fundamental a la hora de conservar la vida.

Echenoz deja también constancia de las nuevas armas de guerra como el gas, los obuses , las bengalas o los aviones como en el que fallece Charles.

“Los soldados se aferran a su fusil y a su machete, cuyo metal oxidado, empañado, oscurecido por los gases, apenas reluce ya bajo el fulgor helado de las bengalas, en un ambiente corrompido por los caballos descompuesto, la putrefacción de los hombres caídos y, en la zona donde están los que se mantienen más o menos derechos en medio del lodo, el olor de sus orines, de su mierda y de su sudor, de su mugre y de sus vómitos, por no hablar de esos pegajosos efluvios a rancio, a moho, a viejo cuando en principio están en el frente y se hallan al aire libre, pues no: huele a cerrado, el olor se extiende sobre las personas y en su interior, tras las alambradas de púas de las que cuelgan cadáveres putrefactos y desarticulados que a veces sirven a los zapadores para fijar los cables telefónicos, que no es empresa fácil, los zapadores sudan de cansancio y de miedo, se quitan el capote para trabajar con mas comodidad y lo cuelgan de un brazo que, al salir del suelo, vuelto , les sirve de percha.”

“Luego todo pareció a punto de terminar: la opacidad iba disipándose poco a poco en la trinchera, retornaba una suerte de calma, aun cuando otras detonaciones enormes, solemnes, seguían sonando en derredor pero a distancia, como un eco. Los ilesos se incorporaron más o menos salpicados de fragmentos de carne milita, colgajos terrosos que ya les arrancaban disputándoselos las ratas, entre los restos de cuerpos diseminados, una cabeza sin mandíbula inferior, una mano con us alianza, un pie solo en su bota, un ojo.”

El mismo Echenoz dice:

“Todo esto se ha descrito mil veces, quizá no merece la pena detenerse de nuevo en esta sórdida y apestosa ópera” 

Hace una comparación con la ópera porque Echenoz tiene muy presente la música en todas las situaciones de la vida

“Puede ser, incluso, que no sea útil ni pertinente comparar la guerra a una ópera, y menos aún si no nos gusta la ópera y si, como es, es grandiosa, enfática, excesiva, llena de esperas penosas que hacen mucho ruido, y a menudo, a la larga, son bastante aburridas”.

En aquel horror los hombres preferían sufrir una buena herida de guerra que los sacara de allí. 

“Cinco horas después , en la enfermería de campaña, todo el mundo felicitó a Anthime. Sus compañeros manifestaron lo mucho que le envidiaban tan excelente herida, una de las mejores que cupiera imaginar, grave eso sí, e invalidante, pero bien mirado no mas que tantas otras, anhelada por todos ellos, pues era las que garantizan a uno alejarlo para siempre del frente.”
“Pero no se abandona una guerra así como así. No hay vuelta de hoja, está uno atrapado: el enemigo delante, las ratas y los piojos encima y detrás lo gendarmes. La única solución es dejar de ser útil para el servicio, lo que esperamos por supuesto a falta de otra cosa, lo que terminamos deseando, es una buena herida, la que (caso de Anthime) garantiza liar el petate, pero el problema reside en que eso no depende de nosotros.”

“Arcenel daría con una tercera solución, sin haberla elegido en realidad, sin premeditación, sino por obra de un impulso: un simple estado anímico que le produjo en cadena un momento de desasosiego y una reacción... Arcenel salió a dar una vuelta...avanzando maquinalmente por la campiña sin verdadero propósito de alejarse...”

Otros salieron de otras formas. Arcenel se despistó y encontró su final. Fue juzgado allí mismo y de manera rápida  condenado a muerte.

“Tras el tiro de gracia al final de la ceremonia, la tropa desfiló ante su cuerpo, con el fin de que el veredicto llamara a meditar a los soldados.”

Finalmente, de los cuatro amigos y el hermano solo regresaron dos. Los otros tres fallecieron en distintas circunstancias, pero cada uno de los personajes es un arquetipo de las posibilidades que encontraron los soldados, en esa guerra atroz, de regresar con vida y en que condiciones o las distintas posibilidades de fallecer.

Echenoz declaró que la idea de este libro partió de unos papeles que encontró de un familiar y que su idea no era escribir un libro histórico.

"no trataba de hacer un volumen proporcional a las dimensiones e ese 'suicidio europeo', que fue una contienda plenamente industrial, en donde se produjo un armamento gigantesco; sólo he querido ser alusivo de la magnitud del fenómeno". 


Realmente, Echenoz consigue su propósito. No hay mucho más que decir.